Los que he quemos perdido a alguien, tenemos un nudo en el pecho que nunca se desata.

Leer Las alas de Sophie me ha llevado de vuelta a esos momentos en los que pensé que no superaría la catástrofe, la tormenta. Pero, como Sophie, encontré pedacitos de luz.

La historia de Sophie es simple. Disfruta de una vida plena en su piso de Ámsterdam, de su trabajo, de los paseos por su ciudad, de la buena comida, las sencillas tardes en su estrafalario sofá y, sobretodo, de Simon. Su marido, su amigo, su mitad. Pero es curioso que aquello que damos por hecho pueda esfumarse de la noche a la mañana, porque todo se paraliza un frío día de enero en el que Simon no despierta. Así, sin más.

Sophie debe aceptar que el mundo sigue girando, que la gente sigue tomándose su café, trabajando y cogiendo el bus, aún cuando ella solo quiere seguir junto a Simon, envuelta en su ropa y aferrándose a unos recuerdos que no volverá a compartir.

En Las alas de Sophie he encontrado una invitación a caminar junto a ella, a quedarme leyendo en silencio una historia que quizás ya conocía.

Jugando con el pasado y el presente, Alice nos ayuda a conocer mejor a nuestros protagonistas con toques, guiños y nostagia. Ha sido curioso, porque según leía siempre quería saber algo más de cada tiempo, de la Sophie universitaria y alegre, y de la Sophie adulta y rota. Sus personajes, como siempre, han sido muy humanos e imperfectos, con ese cierto encanto cuando se entrelazaban unos con otros, a veces sin querer. Simon y Koen siendo inseparablemente diferentes, Ellen y Danika en esa extraña relación, y Sophie, siendo el núcleo, siendo ella.

Una de los pilares y quizás la parte más desgarradora de la historia ha sido comprender cómo Sophie se aferraba a Simon sosteniéndose en Koen, cómo el corazón en ocasiones toma la decisión más difícil por nosotros. Y que escuchar con los ojos vendados, a veces, es justo lo que necesitamos.

También he notado un cambio, quizás no se nota a la primera, pero está ahí. Las alas de Sophie es un libro más pausado y diferente a lo que estamos acostumbrados a leer de Alice. Una historia más madura que no necesita mucho más que la voluntad de querer sanar un corazón roto.

En definitiva, gracias, Alice.